Desde que sufriera el accidente que lo licenció del ejército, Gastón Bonnet se dedica a cazar delincuentes por Francia, mientras ahorra para terminar de pagar y arreglar los múltiples desperfectos del caserón que comprara unos años antes en Montbonnet, una pequeña población de su Auvernia natal.
Émilie Laforet, una joven del lugar, ha rechazado a su último pretendiente. Su padre, harto de esperar a que encuentre el hombre adecuado, le pone un ultimátum: o se casa con el hijo de un amigo, que vive en Pamplona, o toma el velo. La decisión no es fácil, pero termina aceptando la boda.
Puesto que los caminos están llenos de salteadores y con ellos deben llevar la dote, el coronel Laforet contrata los servicios de Gastón para que les acompañe hasta la ciudad navarra, ofreciéndole un trato difícil de rechazar.
Pese a que el viaje no lo es, Émilie terminará complicándolo y Gastón deberá protegerla hasta llegar a Pamplona, pero ¿quién les protegerá de los juegos del destino?
¡¡Por fin llego el día!! Hoy 26 sale a la venta El Destino también Juega de Pilar Cabero. Lo hace de la mano de Ediciones B, en su sello Vergara. En esta novela conoceremos mejor el personaje de Gastón Bonnet, que ya apareció en Asedio al Corazón.
"Al mirar al frente descubrió algo que hundió todavía más su estado de ánimo: las nubes oscuras que se acercaban por el horizonte no presagiaban nada bueno. ¿Qué más podría estropear el día?
En ese momento Mimí salió del edificio con una tela encerada doblada entre los brazos. Su blusa seguía tan en precario equilibrio como la noche anterior. Balanceando las caderas como si fuera apartando el aire a los costados, se acercó al capitán.
Émilie estaba segura de que Gastón, desde su altura, podía ver hasta el ombligo de la joven a través del escote de la blusa. Y a juzgar por la sonrisa llena de hoyuelos que lucía, eso era precisamente lo que estaba haciendo. ¡Maldito patán!
—Os traigo la tela que habíais pedido. Espero que os sea de ayuda —susurró Mimí.
—Seguro que sí, querida —contestó él, como una caricia—. Aunque no es para mí. Las de la carreta la necesitan más.
Émilie apretó las manos entre sí y rechinó los dientes. No aguantaba más.
—Creía, capitán, que teníamos prisa por partir —comentó, destilando falsa dulzura.
Mimí se giró a ella con una mueca antes de volver su mirada a Gastón.
—¿Regresaréis pronto?
—¿No teníais prisa, capitán? —insistió Émilie, acomodándose en la carreta.
La moza le dirigió una rápida mirada de rencor.
—En cuanto termine este trabajo —contestó Bonnet; toda su atención puesta en Mimí.
—Espero que me hagáis otra visita —ronroneó ella.
—No lo dudes, querida —añadió él, al tiempo que espoleaba al caballo para ponerse en marcha—. No lo dudes.
¡Cómo odiaba a ese hombre!, pensó Émilie, los dientes tan apretados que podría habérselos partido.
—A ti y a todas las trotonas de aquí a París —masculló Émilie, sin poderse contener."
"Señorita Laforet, vuestro padre me ha confiado vuestro cuidado -esclareció Gaston, tratando de mantener la calma-. He consentido que nos detuviéramos las cuatro veces anteriores, pero ninguna más. Yo decidiré cuándo y dónde pararemos. He de cumplir con la fecha acordada y no voy a admitir más demoras por vuestros caprichos.
-Capitán Bonnet, no podéis...
-Señorita Laforet, puedo -cortó, al borde del enfado. Su caballo se revolvió inquieto y él le palmeó en el cuello para calmarlo-. Os aconsejo que dejéis de importunar en lo que queda de viaje."
"Cruzaron todo el pasillo hasta llegar a la última puerta. El capitán la abrió y dejó que ella pasara primero.
Nada la había preparado para lo que vio. Era un cuartucho diminuto, con una ventana tan pequeña que no habría pasado ni un gato famélico. Bajo el camastro, con más bultos que la tierra hollada por todo un regimiento de caballería, se veía un orinal desportillado y un tanto oscurecido por el uso y la mala limpieza.
Émilie se giró para expresar su completo desagrado, pero la ceja alzada del capitán le quitó las intenciones.
—Espero que la habitación sea de vuestro agrado.
¿Había una nota de humor en aquellas palabras?, se preguntó ella, dispuesta a no evidenciar nada. Pero sí, no había duda de que él estaba disfrutando con aquello.
—Sí, por supuesto. Tiene todo lo necesario —manifestó con frialdad—. Si podéis pedirle al posadero un par de mantas más para Clarisse, os estaré muy agradecida.
—No hay problema, alteza. —La última palabra fue dicha en un susurro, aunque lo suficiente alto como para que sólo ella lo oyera.
Émilie fingió no haberlo escuchado y terminó de entrar en aquel cuchitril, cuidando de no tocar nada. Clarisse, que hasta ese momento no había visto nada por estar tras el capitán, no tuvo remilgos en expresar lo que pensaba de aquel sitio.
—¿A esto le llamáis habitación? He visto cochiqueras más limpias que esto.
—Era la última. O ésta o dormir en el carruaje —masculló él con los brazos cruzados, como un coloso.
—Y vos ¿dónde dormiréis? —indagó Clarisse sin dejarse amilanar.
—En la puerta.
—¿Fuera? ¿En el suelo?
—¿Acaso preferís que lo haga dentro? —preguntó, mostrando los hoyuelos como un chiquillo."
¿Te gustaría leer los primero capítulos?
¡Muchas gracias por la entrada! Eres un cielo.
ResponderEliminarUn beso enorme,
Ya es mioooooo.... ahora te toca venir a Barna a firmarlo jajajaja... estoy deseando leerlo pero lo haré en orden y empezaré por los otros dos ;) ya te contaré ainsss no sé si podré aguantarme a echarle un ojo
ResponderEliminar