Un lobo solitario en busca de algo que dé sentido a su vida. Una mujer que no puede ni quiere olvidar.
Obligada a casarse con el hombre al que más odia y del que ha jurado vengarse, Munia ve cómo se desvanece toda su ira cuando Hernán, más conocido como el Lobo Gris, decide que ella será para él más que un simple objeto de deseo. Su ternura, su constancia, incluso su honor, serán puestos a los pies de su esposa con tal de que ella acceda a mirarlo con otros ojos.
Munia y Hernán deberán luchar por su futuro al amparo de una guerra que no cesa, de los engaños de aquellos a los que el Lobo Gris ha jurado proteger, de las ambiciones disfrazadas de lealtades y de un pasado que vuelve para emponzoñar su presente. ¿Terminará venciendo este amor a pesar de todos los obstáculos que tendrá que superar?
Hola bombones!! hoy hablamos con Elena Garquin, pues acaba de publicarse su último trabajo literario "Tiempo de Lobos". El pasado domingo salió a la venta, de momento solo en versión digital, se espera que próximamente esté también en papel, pero aún no sabemos la fecha. Esta vez la autora nos adentra en una época muy compleja, como es la medieval y yo soy feliz como una perdiz, pues las novelas románticas históricas, especialmente las de está época, son de mis preferidas... me chiflan!! pero vamos a ver que nos cuenta Elena su última aventura...
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Primero una curiosidad, de todos los subgéneros, que trabajas ¿Cuál te gusta más o en cual estás más cómoda?
Pues aunque parezca mentira, me encuentro mucho más cómoda en la romántica histórica. No sé, imagino que ya voy bien sobrada de realidad cotidiana como para escribir sobre ella, jajajajajaja. No, ahora en serio, estoy más cómoda en siglos anteriores al mío, aunque también he probado a escribir contemporánea, y la experiencia ha sido tan buena que en estos mismos momentos estoy repitiéndola…
¿Qué te gusta leer a ti?
Cualquier subgénero siempre que tenga calidad. Y aquí hablo como lectora, claro, pero exijo lo mismo que mis lectores me exigen. Una novela limpia de faltas de ortografía, con contenido,con trama, con unos personajes que no sean planos y que evolucionen a lo largo de la novela… Si cumple esos requisitos, no le hago ascos a ningún súbgénero. A ninguno.
“Tiempo de lobos” es una historia medieval, lo que implica vivir una época difícil para el romance. Dinos, ¿Qué nos vamos a encontrar al leerla?
Es complicado conjugar el romanticismo que debe haber en toda novela del género, con una época especialmente dura, dándole realismo pero sin exceso. Tiempo de Lobos es una historia dura, en consonancia con su época. La incertidumbre que provocaban las constantes guerras con los musulmanes, los problemas internos del propio rey Ordoño con sus condes castellanos, unido a la miseria, las enfermedades, el hambre… Hacían muy precaria la vida y muy incierto el futuro, no digamos ya el amor. Tiempo de Lobos retrata ese tipo de vivencias a través de sus personajes. Ninguno, empezando por los protagonistas y terminando por el secundario más secundario, y valga la redundancia, ha vivido en un lecho de rosas. Ni los buenos, ni los malos, han tenido una vida fácil, y eso se reflejará en la historia. Una trama entrelazada con los entresijos políticos pero que será dura en muchos momentos, aunque intensa en todas sus emociones siempre. Tanto en el amor, como en el odio.
Cuando escribes, ¿sigues fiel la idea original o los personajes toman su propio camino?
Empiezo por lo primero y termino por lo segundo, jajajajajaja. No suelo ser fiel salvo al principio, y en esta ocasión ni siquiera ahí. Tengo una idea preconcebida, por supuesto, pero luego son los propios personajes, tanto protagonistas como secundarios, los que me van indicando el camino a seguir. Dan mucho juego. Se rebelan. Me susurran al oído diferentes alternativas. En tres palabras: ¡ME VUELVEN LOCA!
Sí, y mucho. Ya de entrada creo que una novela histórica requiere más documentación que una contemporánea, porque a parte de la información básica acerca de la época, en este caso, también he tenido que informarme acerca de otros detalles que, en el siglo XXI, no sería necesario explicar con tanto detalle, como por ejemplo la ropa, el mobiliario, el trato hacia otra persona… En el caso de Tiempo De Lobos, el proceso de documentación me llevó tiempo porque está ambientada en una época de la que no se tiene mucha información minuciosa, sino más bien general, pero espero que el resultado haya sido satisfactorio para los lectores.
Esta novela ¿tiene solo una historia de amor o más de una? Y, ¿habrá más historias de relacionadas con estos personajes?
Aparte de la historia de amor de Hernán y Munia, está la de dos secundarios: Rodrigo, hermano de Hernán, e Inés, la dama de compañía de Munia, que nos darán más de una alegría y también más de una sorpresa.
Más historias… Uf, no lo sé, pero así lo espero. En principio he dejado un epílogo cuanto menos interesante, ahí lo dejo. No me importaría para nada terminar la biología en una trilogía, pero todo dependerá del interés de mis lectores. Les daré aquello que pidan, igual que he hecho con el Lobo Gris.
¿Tenías claros los personajes, o alguno se “coló” en la historia sin esperarlo?
Solo uno ha aparecido a lo largo de la historia sin que lo hubiera planeado antes, y fue por circunstancias de la trama. Se llama Toribio, y no puedo decir más acerca de él. Solo aseguraros que su aparición será breve pero intensa, jajajajajaja
¿Hay algunos de los personajes al que quieras (o todo lo contrario) especialmente?
Sí, en los dos sentidos. Hay un personaje muy entrañable que ya apareció en Tiempo de Promesas, del que veremos parte de su evolución en Tiempo de Lobos, y quién sabe si tendrá historia propia al final… Se trata de Rosaura, una niña que robó el corazón a los lectores en la historia de Jimena y Martín y que aquí ya es toda una jovencita…
¿Odiar? Sí. Mucho. Muchísimo. Se trata de Fadrique, el villano de la historia, que junto con Urrica, amargarán la existencia de Hernán y Munia, por decirlo finamente. A los dos los aborrezco, pero si tengo que elegir especialmente a uno, me quedo con Fadrique sin ningún género de duda.
¿Ha habido alguna escena que te haya sido difícil de escribir?
Sí, dos en concreto. Y en las dos están implicados niños. Una de ellas fue especialmente dura. Tampoco quiero explicar por qué, pero transcurre al principio de la novela y está implicado el malo malísimo, ahí lo dejo… En la segunda, es Hernán el que me hizo asomar la lagrimilla. Por la dureza de la trama y por el debate interno que le generó. Y hasta ahí puedo leer…
¿A qué tipo de lectores va dirigida?
A cualquiera mayor de edad y amante de las historias de amor intensas, imprevisibles y llenas de giros inesperados, que disfrute de ellas transcurran en la época que transcurran.
Nos presentas a los personajes. Lo mejor y peor de cada uno.
Eso me daría para otro libro, jajajajajajaja!!
Hernán Téllez de Medina, más conocido como el Lobo Gris, es el mejor guerrero del rey Ordoño. Su espada es implacable y él, en la batalla, también. De ahí su apodo, el respeto que suscita en unos y las envidias en otros.
Pero ese porte frío e implacable esconde mucho más, que veremos en el momento en que Hernán decide casarse con Munia, una doncella en la que ya se había fijado años atrás, y que siempre quiso para él. Cuando se encuentra con ella, con su férrea resistencia, con todas las reservas y con ese valor con el que le planta cara, es cuando Hernán tendrá que sacar a relucir su parte dulce, tierna, paciente. De otra manera, no podrá conquistar el corazón de Munia, y eso es lo que quiere por encima de todo.
Precisamente esa tenacidad es lo mejor y, a un tiempo, lo peor de Hernán. Es un hombre de su época, con altos principios morales. Un señor preocupado por el bienestar de su familia, de sus siervos, y de su mujer. Es orgulloso, soberbio, y muy consciente del poder absoluto que en aquella época ostentaban los hombres por el simple hecho de serlo. Sin embargo, no lo utilizará con Munia. Es inteligente, intuitivo, y se mueve por instinto. Y ese instinto le dice que, si quiere que su esposa se entregue a él voluntariamente, tendrá que utilizar la astucia. Porque ella le hace ser consciente de su pasado oscuro, de sus propias inseguridades y de lo que realmente puede llegar a conseguir.
Munia Íñiguez de Montoya es una doncella que lleva dos años recluida en un monasterio por orden del rey, junto a su madre. En contra de lo que pueda parecer, Munia no es tan inocente como debería. La vida con su familia le ha desprovisto de esa inocencia en muchos aspectos, aunque cuando sabe que debe casarse con Hernán, el hombre al que más odia en la vida, decide resistirse al compromiso con todas las armas a su alcance, mucho más cuando lo ve y se siente atraída por su físico.
Munia es una persona cabal, sensata, que se debate continuamente entre lo que siente su cuerpo y lo que cree que debe hacer. Conforme va pasando el tiempo y Hernán va avanzando en el camino hacia su corazón, se da cuenta de que, si no quiere rendirse demasiado pronto, debe acudir a su orgullo. Ese es su principal defecto, porque será lo que les acarreará más problemas.
¿Qué nos puedes contar de los secundarios?
Como en todas mis historias, los secundarios son una parte fundamental. Sin ellos, la trama se haría mucho más aburrida. ¿Qué contaros de ellos? Pues tenemos al lado oscuro, como a mí me gusta llamarlo, compuesto por Fadrique, un señor feudal sin escrúpulos, y Urrica, la madre de Munia, llena de una ambición sin límites. Del otro lado veremos a los dos hermanos menores de Hernán, Rodrigo y Nuño, de los que se irán perfilando ciertos rasgos de sus historias, Leonilda, una sierva muy especial, y su nieto Ademar, e Inés, la dama de compañía de Munia. Además volveremos a ver a Jimena y Martín, protagonistas de Tiempo de Promesas, junto con Félix y Rosaura, que también nacieron en ese primer libro.
¿Cómo definirías la historia de amor de los protagonistas?
Llena de contradicciones. Tortuosa pero llena de esperanza. Delicada pero firme. Apasionada, muy apasionada. Llena de pruebas que, en otra época, quizá resultarían insalvables, pero que en Tiempo de Lobos servirán para que Hernán y Munia refuercen su amor, abran los ojos y acepten las cosnecuencias de sus propios actos.
Nos regalas una escena para abrir boca…
Febrero
de 921
—Desátalo y arrójalo al río. Después…
Hernán no pudo escuchar el resto de las órdenes. Su mente se
negaba a aceptar más sufrimiento del que su cuerpo albergaba. La piel era una
auténtica pira por cuyos poros exudaba puro fuego. La carne le escocía. La
humedad provocada por la sangre derramada le mantenía la ropa pegada. No
lograba sentir los brazos, ni las piernas, y el dolor que le aporreaba era tan
inaguantable que ni siquiera pudo gritar para alejarlo de él.
Aunque hacerlo hubiera equivalido a rendirse.
Y no había llegado hasta donde estaba para entregarse de ese modo
tan humillante. Luchó contra la inconsciencia pese a estar agotado. Consumido.
Sin orgullo.
Aun así, quiso oponer resistencia cuando sus brazos quedaron
libres, pero no le respondieron.
Tampoco los pies, cuando intentó clavarlos en la tierra
resistiéndose a ser arrastrado por alguien que tenía más fuerza que él. No era
su verdugo quien lo hacía, se recordó con un amago de esperanza, mientras la
oscuridad era reemplazada por un pequeño atisbo de luz que penetraba a través
de sus párpados cerrados y sus fosas nasales captaban un aire más puro y menos
putrefacto que el que llevaba días soportando.
Aquel hombre no olía como él. Su ritmo de respiración tampoco era
el mismo. Incluso creyó escuchar una sarta de insultos susurrados con prudencia
que, en otras circunstancias, le hubieran hecho sonreír. Pero no ahora. Ahora,
mientras se dejaba elevar hasta el borde de lo que supuso que sería un pequeño
muro de piedra, solo podía pensar en lo que sucedería a continuación.
En la promesa incumplida a Munia. En lo que sería de ella. De
todos ellos, si él fracasaba.
Y no podía permitirse el lujo de fracasar. Ninguno
podía.
—No… —masculló, a pesar de que aquella simple palabra le produjo
un dolor punzante y agudo en sus labios partidos. Se sacudió mínimamente,
aunque pareció suficiente para que el guerrero que lo sujetaba titubeara. No lo
vio; no podía abrir los ojos. Pero lo sintió en su jadeo involuntario. En las
manos que lo agarraban, y que aflojaron la presión. Aquella era su primera
oportunidad de salvarse. Incluso podría ser la última. —Déjame… vivir…
Intentó mover los párpados, pero solo consiguió ver una sombra
grande cerniéndose sobre él. Un poco más, para discernir una cabellera
pelirroja y un rostro demasiado joven para lo que se le encomendaba. El
esfuerzo empleado fue titánico, y le pasó factura. La agonía regresó con más
virulencia. El dolor agudo del hombro descolocado se multiplicó por mil. Estuvo
tentado de dejar incluso de respirar, pero se recordó a sí mismo quién era. Lo
que era. Y lo que podría llegar a ser si se mantenía con vida.
—Lo siento, mi señor —le pareció que decía el guerrero—. Debo
hacerlo…
Lo cogió por las axilas, mientras otra persona hacía lo propio con
los pies. Lo siguiente que notó fue una extraña sensación de ingravidez,
seguida del impacto al chocar contra el agua. Fría. Arremolinándose a su
alrededor dispuesta a tragárselo. La sensación pareció hacerlo revivir de
repente.
Como si sus miembros se libraran del sufrimiento atroz al que
había sido sometido durante un tiempo indeterminado, adquirieron movilidad
suficiente para poder salir a la superficie. Emitió un gruñido sordo de
supervivencia, de rebeldía contra el mundo y contra el destino, y braceó con
furia contra la corriente, antes de verse de nuevo arrastrado por ella. Sus
pulmones se llenaron de agua. Solo pudo tomar un par de bocanadas de aire que
no reemplazaron a las agujas que empezaron a clavarse en su pecho a medida que
las fuerzas lo abandonaban.
Lo intentó de nuevo. Se olvidó del sufrimiento infligido, de las
heridas abiertas, de la debilidad opresiva que casi le impedía respirar, y se
concentró en ella.
En Munia. En su amor. En su destino.
Abrió los ojos cuando notó en su cara los tibios rayos de sol y
casi los recibió con una sonrisa de alivio. La fugaz sensación de calidez le
sirvió para moverse un poco más. Nadó. Se mantuvo a flote. Tosió para expulsar
el agua y abrió la boca para albergar en ella todo el aire posible.
Munia. Munia, Munia.
Tenía que vivir. Tenía que regresar. Por ella. Para ella. Por una
promesa que valía más de una vida.
Se negó a sí mismo la posibilidad de claudicar. El Lobo Gris no
podía terminar reducido a un trozo de carne perdida en el fondo de un río, pero
un nuevo golpe de la corriente lo impulsó hacia abajo, como si un enorme
remolino lo mantuviera sujeto a las profundidades.
El frío pronto se incrustó en sus huesos a través de sus
maltrechos músculos. Pese a que siguió debatiéndose, un progresivo
entumecimiento le impidió seguir luchando. Gritó bajo el agua, pero solo
consiguió que sus pulmones se encharcaran todavía más, aumentando la quemazón.
La sensación de abandono.
Y se rindió a la evidencia.
Iba a morir. Poco a poco, notó cómo su mente se desprendía de su
cuerpo. Terminó viéndose a sí mismo flotando en el río, rodeado de sombras
fantasmagóricas e indefinidas que oscilaban a su alrededor, dudando entre
llevarlo con ellas o dejarlo allí. Para siempre.
Pero el dolor había cesado. Ya no sentía la sangre escapándose
para arrebatarle la vida, ni los cuchillos de hielo atravesándole el pecho como
si lo partieran en dos. Incluso la piel había dejado de quemarle, volviéndose
cada vez más insensible. Ahora solo albergaba la herida de la soledad. Del
hombre apenado que debe abandonar a los suyos. Del guerrero vencido.
Vio un fogonazo potente e intenso que parecía llamarlo. Lleno de
una repentina paz, caminó hacia allí. Su Dios se apiadaría de él. Por eso rogó
por Munia. Por que hubiera alcanzado su objetivo. Por su valle, por su gente.
Por todo aquello que se había convertido en la piedra angular de su vida, y que
tendría que seguir sin él. Por el amor que nunca creyó sentir, y que ahora lo
desgarraba por dentro en su agonía.
—Munia… —murmuró sin fuerzas, dejando de moverse al fin—. Munia,
perdóname…
Vislumbró su rostro dulce. Sus labios rojos sonreían con amor
mientras ella asentía, comprendiendo.
Hernán elevó una mano hasta sentir en los dedos el tacto sedoso de
los mechones negros, y exhaló su último aliento en la seguridad de que, al
menos, moriría feliz.
¿Alguna curiosidad?
La verdad, la creación de Tiempo de Lobos a sido muy tranquila, en contra de lo que pueda parecer. Fue el proceso de corrección lo que más altibajos sufrió, ya que tuve que rebajar el tono de un par de escenas para no herir la sensibilidad del lector. Pese a todo, creo que el resultado cumple con las expectativas de todas las que esperaban la llegada del Lobo Gris.
Pues con todo lo que nos cuentas, estoy deseando leerla y no seré la única. Muchas gracias por compartir este rato con las seguidoras del blog y por escribir estás historias tan fabulosas.
¡¡Muchísimas gracias a ti por esta fantástica entrevista, que me ha permitido daros a conocer un poco más todo lo que contiene TIEMPO DE LOBOS. Besazos!!
Pues ya lo sabéis, ya está a la venta en Amazon, tanto "Tiempo de Lobos" como su predecesora "Tiempo de Promesas" para llevarnos a vivir una aventura este veranito... ¡¡Feliz Lectura!!
Ese prologo sin tener el resto del libro es para morir. Muy buena la entrevista. Tiempo de lobos es mi actual lectura y me esta encantando.
ResponderEliminarSaludos